Una subida muy rápida
Muy cerca de Pamplona, la Escudería Urbasa organizaba todos los años la Subida a Badostáin, una prueba de carácter regional a la que solíamos acudir varios pilotos de la escudería
Su recorrido, verdaderamente rápido, de curvas abiertas, terminaba en una bastante traicionera, la que apuntaba a la recta de meta, cuyo peralte, algo inverso en su salida, siempre provocaba algún que otro susto. Un año se lo llevaron mis compañero Evaristo Sarabia y Carlos Arenzana, y otro me tocó a mí llevarme algo más que un susto.
Era el clásico día lluvia. Yo corría con ruedas de seco, pero subía bien, salvando los ligeros derrapes propios de un suelo encharcado, hasta que... llegué a la mencionada última curva, entré excesivamente confiado y, al salir, el coche me dio un coletazo brutal. Traté de corregir con un rápido contravolante, pero las ruedas ya no 'agarraban' y se produjo otro coletazo en sentido contrario que se convirtió en un trompo. Así, de pronto, me vi a toda velocidad marcha atrás, crucé la meta y me estrellé contra un coche estacionado.
Yo no sufrí daños, pero el coche... ¡Dios mío, el coche! Se había quedado sin maletero y medía medio metro menos. Lo más curioso y a la vez lamenteble: había logrado el mejor tiempo con una ventaja de cinco segundos.
A pesar de todo, guardo excelentes recuerdos de una prueba en la que obtuve dos buenos resultados —un primero, un segundo y un no tan excelente premio a la desgracia—, en la que me llevé también el mayor susto y sufrí el único accidente serio y de verdadero riesgo para mi integridad física en seis años compitiendo.