Automóvil Club Rioja 1970

CIRCUITO DE ALCAÑIZ

Una verdadera fiesta

A primeros de septiembre, Alcañiz se vestía de circuito urbano, convertía su calle principal en la recta de salida y meta, y toda la ciudad se volcaba con aires de fiesta en el gran acontecimiento deportivo anual organizado por el Automóvil Club Circuito Guadalope: el Premio Ciudad de Alcañiz.

Porque la Villa se convertía en eso, una auténtica fiesta, un fin de semana que reunía a la afición española del automovilismo con el espectaculo de sus carreras, dividido en varias mangas: la Copa Renault 8TS; el Campeonato de España de Velocidad Grupo 1; el mismo en su versión Grupo 2; y la más divertida e interesante para los participantes riojanos: la reservada a pilotos pertenecientes a la Federación Aragonesa de Automovilismo, reunidos en todos los grupos y clases. Un conjunto espectacular y variopinto en que podían compartír pista una potente barqueta de montaña con un Seat 600.

Si los recuerdos festivos de Alcañiz son inmejorables, los deportivos son lamentables.

Participé tres veces en la manga regional y no pude terminar ninguna. Dos averías mecánicas y una 'caricia' contra las vallas de La Gamonal tuvieron la culpa.

En la primera de ellas, con el Seat Sport Coupe 1600, tras un 5º puesto en parrilla, una pérdida de aceite me obligó a retirarme cuando marchaba primero.

Fue el fin de mi etapa con ese Seat (se lo vendí semanas después a un aficionado de Vitoria), el coche al que mejor me acoplé, con el que más me divertí y obtuve, relativamente, mejores resultados.

No tengo imágenes de mis participaciones en Alcañiz, pero he localizado este vídeo en YouTube, "Años que no volverán", una sucesión de fotos cargadas de recuerdos y nostalgias, editado por Calos Repollés, hijo del dotor Repollés, el creador y promotor del circuito Guadalope.

La maldición de los circuitos

Me gustó el Jarama, un verdadero circuito; y me gustó Alcañiz, menos seguro, pero con todos los atractivos de un circuito urbano y el tono festivo de su ambiente. Sin embargo, sufrí en ellos una especie de maldición que me impidió ver la bandera a cuadros en las cuatro veces que participé.